Misión: convertir sueños en realidades
En una nueva asignatura que tengo la suerte de dictar en la universidad me he propuesto una tarea bastante ambiciosa: dar herramientas a los jóvenes para que puedan hacer sus sueños realidad, esta materia se llama: Modelo de Negocios.
Y es que hacer realidad lo sueños necesariamente tiene que ver con la forma o maneras de obtener dinero. Si bien está demostrado que el dinero no da la felicidad, también hay pruebas fehacientes que sin dinero, tampoco podemos ser felices, porque al final el dinero es un medio, para un fin, llámese comida, ropa, medicinas, perfumes o libros y no al revés. Vivimos en una sociedad de consumo que nos moldea en base a nuestras infinitas necesidades y que vive en simbiosis con un mercado que está siempre presto y dispuesto para darnos todo lo que queremos, eso si, dinero de por medio.
En la década de los 90´s cuando yo estudiaba economía, las universidades seguían un modelo educativo cuyo objetivo fundamental era graduar empleados. Profesionales que salían desesperados por imprimir su «curriculum vitae» para ser entregado en las empresas u organizaciones más importantes y reconocidas y así poder garantizar el sueldo, la quincena que nos iba a permitir acceder al carro, a la casa, el perrito, el televisor de mayor tamaño y resolución de la época, el postgrado y luego de mucho ahorro poder formar una familia y seguir ascendiendo en la empresa y en la vida.
No había sueños o ¿ése era el sueño? Muy pocos tomaban la arriesgada decisión de irse «en contra de la manada», de perder la «oportunidad» de trabajarle los sueños a otro, de ser parte del sistema empresarial existente y tener una tranquilidad relativa. Nada de innovaciones, nada de lobos solitarios creativos. Las aulas no nos prepararon para eso, salir de esa matrix no estaba permitido, era mejor irse por lo seguro.
Hoy en día, veintitantos años después nos encontramos ante una Venezuela a la que parece que la pusieron de cabeza, la lanzaron desde la cumbre más alta y en esa caída ha dado mil vueltas, se ha roto. Lo que era, ya no será. Estamos en otro país, vivimos una realidad completamente distinta. Las empresas se siempre han desaparecido casi todas, no hay donde buscar empleo, el salario no llega ni a niveles de subsistencia, eso obliga a reinventarse, a emprender, a dejar de lado los miedos y decidir construir sueños, convertirlos en realidades financieramente factibles, porque aunque hay una devastación que sigue en proceso, la dinámica del caos tiende a cambiar el sentido hacia otra dirección inesperadamente, ese anhelado fondo que queremos terminar de ver, de tocar para iniciar la fase de recuperación que tanto ansiamos, que por justicia Divina nos merecemos.
Yo tengo la esperanza que en poco tiempo, cuando el tsunami rojo haya desaparecido y con él todo vestigio del nefasto Socialismo del siglo XXI, podamos decir que aprendimos a ser ciudadanos productivos y proactivos. Que de esta debacle económica, social y política emerja un nuevo venezolano centrado en el trabajo creativo, porque ningún problema económico se resuelve con dinero, pues el objetivo debe ser otro.
Es por ello que creo firmemente en la fuerza de los sueños, porque aunque son por naturaleza experiencias personales y tener el empeño de hacerlos realidad es un acto heroico, es un proceso hermoso que requiere constancia, disciplina y fe. Siento que quienes tenemos el privilegio de desarrollarnos en las aulas, debemos fomentar la autoconfianza en esos soñadores, debemos darles no solo herramientas, ejemplo sino también historias y mensajes que les permitan encontrar en ellos mismos, la fuerza, la constancia y la ilusión de construir sus vidas en función de lo que les haga felices.
Que sepan que pueden ser, hacer y tener todo lo que se propongan, que los límites solo están en nuestra mente; infinidad de personas a lo largo de la historia lo han demostrado.
Como relata una de mis historias preferidas, la fábula del colibrí:
Aquel día hubo un gran incendio en la selva. Todos los animales huían despavoridos. En mitad de la confusión, un pequeño colibrí empezó a volar en dirección contraria a todos los demás. Los leones, las jirafas, los elefantes… todos miraban al colibrí asombrados, pensando qué demonios hacía yendo hacia el fuego. Hasta que uno de los animales, por fin, le preguntó: “¿Dónde vas? ¿Estás loco? Tenemos que huir del fuego”. El colibrí le contestó: “En medio de la selva hay un lago, recojo un poco de agua con mi pico y ayudo a apagar el incendio”. Asombrado, el otro animal sólo pudo decirle “Estás loco, no va a servir para nada. Tú solo no podrás apagarlo”.
Y el colibrí, seguro de sí mismo, respondió:
“Es posible, pero yo cumplo con mi parte”
Y sí, a lo mejor soy como el colibrí, a lo mejor lo que hago no va a servir para nada, pero yo cumplo mi parte y si al menos uno de esos chicos logra hacer realidad su sueño, yo por añadidura, estaré haciendo realidad el mío. Cuenta saldada, cero mata cero, mientras tanto me disfruto el proceso, me río de mis tropiezos y me emociono pensando, inventando, estudiando nuevas formas de resolver problemas y veo con orgullo como van descubriendo sus potencialidades, fijando metas y alcanzando objetivos. Encontrando su elemento.
Como decía el sabio Pepe Grillo: «Los sueños, son los deseos del corazón» y está científicamente demostrado que el corazón, nunca se equivoca.
Un comentario
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Con los años, Miranda aprendió cómo controlar sus emociones y conseguir un equilibrio «en el vasto espectro emocional del trading»
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