El último que encienda la luz

El último que encienda la luz

Con todo lo criticable que se pueda decir y demostrar de los cuarenta años de democracia, previos a la llegada del socialismo bolivariano; no queda duda que muchas cosas se hicieron bien. Desde la infraestrucura hasta las instituciones, pues veinte años le ha costado al chavismo dejar el país en el chasis. Desde el primer día le han dado con todo y obviamente, ya no se pudo más, el cántaro se rompió. Vemos con estupor como todo se ha reducido a ruinas.

Con el reciente y previsto episodio de la caída del sistema eléctrico en todo el país, se ha evidenciado que la revolución chavista es un discurso hueco, cargado de mucho odio, maldad y resentimiento, pero la praxis, totalmente ineficiente. La capacidad destructora es indiscutible y las consecuencias que se viven son la prueba fehaciente.

Es por ello, que luego de dejar a todo un país a oscuras, sin agua y lo más lamentable, con pérdidas humanas, se presentan las más inverosímiles explicaciones acerca de lo ocurrido, donde siempre, el gobierno queda fuera de cualquier responsabilidad. La cúpula gubernamental se lava las manos ante el desastre que ellos durante años han ocasionado con premeditación y alevosía, con un desparpajo inusitado, con el cinismo al que nos tienen acostumbrados.

Ahora bien, suele decirse que los países no tocan fondo, porque ese fondo es posible bajarlo indefinidamente, lo cual para el venezolano, luego de estos acontecimientos, resulta aterrador, pareciese que ese fondo es un abismo, lo que para muchos implica tomar decisiones. Se ha llegado a un punto de inflexión.

Después de esto ¿Que es lo que viene?

Los venezolanos hemos perdido la capacidad de asombro. El gobierno bolivariano nos lo tiene prohibido. La incertidumbre es una angustia que se vive en el día a día. Es complicado predecir o estimar algún escenario; es imposible planificar, lo único seguro es que lo que venga a partir de ahora, de no darse pronto un cambio a nivel político, será mucho peor, es lo vivido en estos 20 años, hemos venido en caída libre.

Ante el nivel de deterioro inocultable y el desgaste emocional de la población, todo apunta a que la diáspora venezolana va a presentar una salto exponencial en los próximos meses. Es muy duro para el que aún está en el país sentarse a ver como la calidad de vida pasa a ser un espejismo, un recuerdo de algo que pareciese, ya no volverá. Este panorama es aún más complicado para quien tiene hijos a su cargo, vislumbrar un futuro, pensar en oportunidades, en una vida normal. Emigrar se convierte prácticamente, más que en una opción, en una obligación, dejando de lado los ánimos y la esperanza.

No es un secreto que en menos de dos años, la situación-país se ha deteriorado abruptamente y aunque la reconstrucción suena a canción bonita, hay que estar claros que es un proceso multifactorial que demorará; y si bien cierto que la recuperación económica será relativamente rápida, el recomponer el tejido social, el respeto a las leyes y la conciencia ciudadana tardará mucho más.

Sin embargo, este proceso también se verá afectado mientras siga activo el chavismo como movimiento político en oposición, pues sin lugar a dudas, gracias al carácter mesiánico que profesan, el hecho de creerse los elegidos y eventualmente estar fuera de posiciones de gobierno; intentarán entorpecer, sabotear cualquier iniciativa dirigida a superarlos con el objetivo de volver. El resentimiento y la ira posiblemente va a crecer en el momento que se vean fuera del juego. La pérdida de privilegios inmerecidos que se usufructuaron durante tanto tiempo, no será fácil de asimilar para los rojos. Y ahora tienen poder económico, malhabido, pero lo tienen.

Ante este escenario, circunstancial y probable, el sentido común de la gente que tenga la posibilidad de irse, les indicará que deben hacerlo. El éxodo será ahora un problema mucho mayor del que ha sido en los últimos años, con repercusiones a nivel económico y social tanto para los países de llegada como para Venezuela. Ciertamente, no todos tienen la disponibilidad, ni la disposición para tomar esta decisión, los que permanezcan, que serán muchos deben remar juntos hacia un objetivo común, serán el último resquicio de posibilidad, de futuro, de volver a ser país.

Estamos sumidos en la oscuridad desde el 4 de febrero de 1992, estamos viendo los coletazos de un experimento macabro que desde siempre ha trabajado en la penumbra, que disfruta la oscuridad por eso llevaron a la miseria a un país, que no era perfecto, pero que tenía todas las posibilidades de desarrollo; ante lo que viene, quienes se queden, por la razones que sean, estarán obligados a dar una señal cuando sea el momento de reencontrar el camino a casa. Por favor, que el último encienda la luz.

 

4 comentarios

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  2. Angélica Valenzuela dice:

    Excelente artículo amiga. Me encantó

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