La idiosincrasia del venezolano: ¿El obstáculo para Plan País?

La idiosincrasia del venezolano: ¿El obstáculo para Plan País?

La revolución bolivariana, ese conglomerado de contradicciones y pesares que nos desgobierna desde hace 20 años, ha generado y exacerbado una serie de elementos idiosincráticos negativos del venezolano que pudieran convertirse en el obstáculo más importante para transcender el modelo chavista en el mediano plazo.

A lo largo de todos estos años, hemos visto con estupor como gracias a los férreos y arcaicos controles que forman parte de las políticas públicas establecidas por la élite gobernante, han proliferado nuevas actividades lucrativas y enmarcadas dentro de lo que se conoce como la Economía Sumergida.

Entre otros: los «enchufados», los «raspacupos», «bachaqueros», un selecto grupo que tiene acceso a todos los alimentos cuyos precios están controlados, gestores para obtener cualquier documento legal, desde una cédula, hasta el pasaporte pasando por las citas para la apostilla, registrar un título o pagar los impuestos entre otros. Todo se reduce a ganar dinero fácil y fuera de cualquier regulación, la gente prefiere especular con la venta de dólares, hacer negocios con algún político que emprender o trabajar bajo relación de dependencia. Pareciera que la actividad económica de la subsistencia obliga a canibalizarse comercializando medicinas, agua, gasolina o algún otro producto que desaparezca del mercado. Hacerse rico, rápido y fácil usufructuando el inestable ingreso petrolero.

Ahora bien, esta forma de «ganarse la vida» ya forma parte de cotidianidad del venezolano. Todos tenemos a nuestro «bachaquero de confianza» o el «gestor» que resuelve el pago de los trimestres del automóvil sin que nos tengamos que mover de la casa. Todos conocemos algún nuevo rico bolivariano, mejor conocido como «enchufado», que de la noche a la mañana salió mágicamente de la pobreza y ahora viaja por el mundo en aviones privados o vuelos en primera clase. Para cada traba burocrática, hay una solución alterna a la legalidad. Y lo más grave de todo: se ha vuelto normal.

¿Toda esta economía sumergida que no entrega facturas, ni paga impuestos llegó para quedarse? ¿Cuánto porcentaje del PIB representa? ¿Cómo reinsertar a toda esa población que vive de esas actividades a la formalidad de una economía normal? ¿Es posible? ¿Que querrá ser de mayor el hijo de un «bachaquero»? ¿Cómo el «enchufado» justifica ante su familia la riqueza súbita?. Es un problema de distorsión de valores, no es un problema económico.

Ahora bien, todas éstas preguntas tienen una respuesta base común: los comportamientos ya se ha asimilado como parte de los rasgos culturales de los venezolanos y se han ido adaptando para crear una forma de vida vinculada, son parte de la colectividad. Ciertamente, este comportamiento no abarca la totalidad de la población, pero si a una parte lo suficientemente representativa como para tomar decisiones que se convierten en mayoría. Y las masas tienen poder.

En este sentido, el problema radica cuando estos elementos que forman parte de lo que se denomina idiosincrasia, tienen incidencia en el desenvolvimiento económico y pudieran, en caso de no ser corregidos o considerados en los planes de recuperación tales como Plan País, convertirse en la piedra de traba para la efectividad del resto de políticas públicas.

Sin embargo, hay que estar claros que esto no es nuevo, los factores idiosincráticos del venezolano han sido el freno para el desarrollo del país, al menos en los últimos años y viene a demostrar que hay aspectos más allá de lo económico que están afectando el desempeño, por lo que resulta imperioso estudiar y determinar los correctivos necesarios para revertir, de una vez por todas, este ciclo perverso.

Al respecto, en una investigación realizada en la Escuela de Economía de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado, (UCLA) para el periodo comprendido entre los años 2000 y 2015, y se logró verificar la existencia de un vínculo entre la forma de actuar de la sociedad venezolana y el progreso económico así como la incidencia de ese comportamiento en las variables económicas que afectan directamente el desarrollo, es decir, se comprobó cómo aspectos cualitativos pueden evitar que a pesar que el país cuente con ingentes recursos naturales, gente capacitada y las mejores intenciones, no puedan, por ejemplo, aprovecharse los booms petroleros como impulso para insertar al país en la senda del crecimiento, que esta sea sostenida en el tiempo y se traduzca en calidad de vida para los ciudadanos a largo plazo.

Para el estudio se seleccionaron una serie de variables a las que se les denominó idiosincráticas, entre las cuales se seleccionaron: índice de percepción de la corrupción, años de escolaridad, tasa de homicidios, índice de embarazo adolescente y los derechos políticos.

Como proceso complementario y final para establecer la relación cuantitativa y causal entre la idiosincrasia del venezolano y el desempeño económico, se construyeron matrices de correlación para verificar los efectos de la asociación entre las variables involucradas en la estructura de los indicadores construidos y para precisar el orden secuencial.

Luego de un complejo y minucioso análisis se llegó a interesantes resultados, que sin lugar a dudas deberían ser considerados para la formulación de futuras políticas públicas instrumentales que coadyuven al logro de los objetivos económicos. Es necesario blindar al país de los embates producto de la inestabilidad de los precios del petróleo y crear conciencia ciudadana como mecanismo indispensable para ser parte de los países desarrollados del planeta. El problema no es ejecutar la política pública perfecta y adecuada sencillamente porque no va a funcionar, es un tema de valores, de sociedad, de ciudadanía.

Al respecto, lo fundamental del estudio se centró en algo ciertamente esperado, pero ahora cuantitativamente demostrado, se comprobó una triangulación que comienza con la trasmisión de valores desde la sociedad, que posteriormente son llevados a la política y por último, llegan a la economía, en el caso particular de Venezuela, impidiendo lograr condiciones económicas efectivas y perdurables en el tiempo. Esto se expresó por medio del conjunto de valores idiosincráticos del venezolano, así como los elementos diferenciadores de la política y la economía que se llevaron a variables proxy para luego convertirlas en indicadores (para la integración en cada plano respectivo) y proceder a correlacionarlos a los fines de verificar la interdependencia entre ellas y precisar aquellos componentes que limitan la capacidad individual y colectiva para solventar los recurrentes problemas sociopolíticos que anclan el rendimiento económico y por lo tanto, el desarrollo del país.

Es decir, se encontró que existe una relación recíproca e interdependiente entre cultura, política y economía. Por lo tanto, esto evidenció que la situación del país es una consecuencia de la responsabilidad compartida entre los gobernantes y los ciudadanos, puesto que analizando, por citar uno de los elementos, los índices de corrupción se llegó a la conclusión que en la mayoría de los casos los políticos que resultan electos para ejercer cargos públicos, aprovechan esta responsabilidad para actuar a su propio beneficio, socavando la institucionalidad. Pero por otra parte, los ciudadanos que tienen la responsabilidad de elegir a esos gobernantes, no expresan su descontento con ese comportamiento, sino que los aceptan y se acoplan en la destrucción de lo público-normativo. La llamada «sociedad de cómplices» en acción.

Por otra parte, esto también obedece a aspectos conductuales que tienen que ver con que la forma de pensar y actuar de los ciudadanos a través de sus decisiones, con lo cual se manifiesta de esta manera la expresión de su idiosincrasia. Es así como se entiende que al ser los actores políticos una muestra de ese conglomerado con sus mismas características idiosincráticas, quienes los eligen se ven y sienten representados en su imagen, es decir, se crea una conexión emocional y cultural que se manifiesta a través del accionar político, pues son representantes electos por medio de un proceso electoral donde una mayoría decide; es por ello que la formulación de la política económica estará en consonancia con el modelo político y el resultado de lo que se lleve adelante va a ser consecuencia y tendrá como resultado un determinado desempeño económico.

En otro aspecto, la investigación arrojó que se mantiene la relación entre las tendencias idiosincráticas y las macroeconómicas. Se pudo constatar en la disminución de la productividad por habitante, como consecuencia de la tendencia constante en la reducción del sector privado y el aumento de la dependencia de los ingresos petroleros por parte del sector público. Aunado a esto está el elemento antes mencionado de la corrupción sistémica (corrupción en el sector público) que se origina por la discrecionalidad, la disminución en los niveles de transparencia y de la concentración de monopolios de poder estatal existentes en Venezuela. Un dato interesante hallado en el estudio señala que en etapas donde cae la productividad petrolera se visualiza mejor la productividad real por habitante y en coyunturas donde aumenta, se aprecia que se agravan los valores idiosincráticos.

Es así como con las prácticas propias del populismo tales como la demagogia, la existencia de transferencias corrientes y el clientelismo se evidencia la discrecionalidad presente en la gestión del gasto público. Es innegable, al menos en el periodo estudiado, que el Poder Ejecutivo ha incurrido en corrupción a través de la malversación de fondos y generación de gasto improductivo ante la perspectiva cómplice del resto de los agentes (sociedad) y de la corrupción moral, que convierten en aceptables y cotidianos esos actos ilegales. Esta falta de exigencia por parte de los ciudadanos denota imposibilidad de planificación en largo plazo, falta de responsabilidad individual; además del hecho que combatirla implica una lucha contra lo considerado “común”, lo que es consecuencia de la impunidad.

Si no se corrigen los aspectos idiosincráticos, Plan País será un fracaso

Quedó demostrado que los desequilibrios económicos que se han suscitado en Venezuela han sido orientados, en gran medida, por principios idiosincráticos. La base de estos principios tienen su origen en el hogar, la familia y la educación que allí se recibe y que va marcando progresivamente la forma de ser del ciudadano. Posteriormente, estos comportamientos son reflejados en los actores políticos quienes son designados por la masa electoral mayoritaria para tomar decisiones que inevitablemente conllevarán a un impacto en lo económico. En la investigación se logró determinar que el 85% (cruce de data entre distribución por edad y resultados del estudio) de la población es más propensa a responder al perfil idiosincrático planteado, de las cuales, el 66% está habilitado para designar a los agentes encargados de encauzar el futuro de la nación. Esto implica que el sistema democrático venezolano está enmarcado en una probabilidad de representación por dicho perfil de 66% y de una posibilidad de bajo desempeño económico que oscila entre el 85 y el 91 por ciento.

Asimismo y como soporte a lo anterior, la representatividad y elección aumenta ante la preferencia cognitiva del venezolano, que prioriza la afiliación (26%) sobre el logro (11%). Es decir, que es proclive a elegir un candidato por afinidad (empatía) sobre aquel que encarne la opción más objetiva de eficiencia o logro.

Ante esto el verdadero plan de reconstrucción debe incorporar un importante componente educativo, no solo en lo académico, sino desde la base de la sociedad. Estos cambios que solo pueden lograrse a través de una educación centrada en valores, teniendo a la ética como eje para poder garantizar el éxito de cualquier estrategia. Hay que recomponer la familia, empezar por la célula fundamental.

Quedó demostrado que de no hacerlo, el país está condenado sufrir los embates de los ciclos económicos y con ello al fracaso, independientemente de los apoyos financieros de organismos multilaterales o la ejecución de políticas públicas perfectamente diseñadas y dirigidas a estabilizar la economía, eliminar los niveles de pobreza y garantizar el bienestar de las generaciones futuras, tal y como está establecido en Plan País.

Hacerle entender al «enchufado», al «bachaquero», al gestor, al «raspacupo» y su entorno familiar, que un país no se construye con negocios al margen de la legalidad y lo fundamental: que no es normal hacerlo de esa manera. Construir la economía desde la ética, la familia y el trabajo. Que el logro sea parte del progreso.

La recuperación económica está atada al cambio en los elementos negativos de la idiosincrasia, la cual se convierte en un arma de doble filo. Si bien es cierto los venezolanos tenemos muchísimos valores positivos para aportar al país que queremos, también lo es que no son lo suficientemente impactantes para incidir en algo tan determinante como el desenvolvimiento económico a largo plazo.

Por otra parte, hay que estar claros que este cambio no será en cuestión de días, ni meses, la sociedad venezolana luego del chavismo debe entrar en un proceso de rehabilitación, de no hacerlo, la salida de este grupo será circunstancial, seguirán esperando a la vuelta de la esquina, torpedeando bajo la sombras, para volver a tomar el poder y paradójicamente pudieran hacerlo de la mano de muchos de los que hoy los quieren fuera.

Referencia

Alvarez, V., & Cuevas, M. (2018). La idiosincrasia del venezolano como determinante del desempeño económico. Trabajo Especial de Grado para optar al Título de Economista. Barquisimeto: Unversidad Centroccidental Lisandro Alvarado. Venezuela

Imagen

«La idiosincrasia 2 del nuevo venezolano» del artista Francisco Bassim @visual_art_francisco_bassim para #ArteDeProtesta#ArteSinMordaza

 

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